2017-08-21 21:48:41 —
Historias
Casa Mima alberga piezas que retratan la vida cotidiana de antaño
En la cocina de Museo Casa Mima se exhiben diversos objetos utilizados por quienes habitaron la vivienda y otros que han sido donados. (Foto Guatemalan Art: Sandra Escobar).
Por Sandra Escobar
Era un año triste para quienes habitaban esta casa. Había fallecido don Ricardo, era el año 1963, hace 43 el había llegado a vivir aquí junto con su esposa, Mercedes. Thelma y Naya, sus fieles trabajadoras domésticas, abrían las ventanas, sacudían los muebles, cocinaban, aseaban el patio, todo en perfecto orden. Desde ese año ya no estaban más los señores de la casa, a ellas, los años se les escurrieron entre las manos, entre las faenas cotidianas, entre el abrir y cerrar de la puerta, hasta que el inevitable adiós quedó registrado en el calendario de 1997.
Telma y Naya también se marcharon. Esta casa de la esquina de las antiguas calles del Carmen y las Beatas, en el corazón del Centro Histórico de Ciudad de Guatemala, abrió al público en diciembre de 1999, su nombre a partir de entonces es Museo Casa Mima. Pero la historia no comienzó ahí, hace 79 años que sus paredes esconden memorias de la vida cotidiana en la capital de Guatemala a finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX.
En 1870 José María Escobar y su esposa, María Nieves Vega de Escobar, construyeron la residencia, que inicialmente fue alquilada, pero luego de los terremotos de 1917 y 1918, la casa de Ricardo Escobar, uno de los hijos de la pareja, quedó destruida, por lo que él y su esposa, Mercedes Fernández de Escobar, llegaron a habitarla en 1920.
“Es a partir de 1920 que ya se conoce la historia de la casa”, comenta Beatriz Quevedo, directora ejecutiva de Museo Casa Mima, un recinto con ambientes de la época republicana y sus artes decorativas, divido en siete áreas en las que se exhiben piezas que combinan estilos e influencias de distintas partes del mundo, que en cierta forma reflejan la identidad de los capitalinos de la Guatemala independiente.
Ante el fallecimiento de Ricardo y su esposa Mercedes, Berta, la hija de ese matrimonio, decidió conservar la vivienda junto con las pertenencias de sus padres, algo en lo que las trabajadoras domésticas de la casa también contribuyeron con sus cuidados desde 1963 hasta 1997.
Estar en Museo Casa Mima es una experiencia interesante para el visitante porque, además de las piezas originales de quienes la habitaron, también hay otras de varias épocas, como el escritorio del estudio que es de la década de 1940. “El museo alberga objetos que permiten observar una mezcla de estilos y modas, reflejo de varias épocas”, dice la directora ejecutiva.
Adentrarse en la historia
Con el transcurrir de los años, la casa ha tenido algunas adaptaciones, como la de 1920 a cargo del arquitecto Rafael Pérez de Léon. En el 2017 también se efectuó una importante restauración del techo y su estructura de soporte, además de retoques de pintura, limpieza e implementación de nuevas medidas de seguridad. Luego de esos trabajos, la casa abrió de nuevo el 1 de julio de este año.
El lugar está bajo el cuidado de la Fundación Cultural La Luz, creada para administrar las finanzas del Museo que recibe donaciones de artículos de época para su conservación, así como donaciones económicas para su funcionamiento.
Los visitantes de Casa Mima pueden optar por una visita guiada en la cual recorren el estudio, la sala, los dormitorios, la cocina, el patio, y otros ambientes. La experiencia es enriquecedora. “Nos encanta recibir a jóvenes y niños, les contamos cómo era la vida cotidiana en otras épocas. Por ejemplo, les compartimos que a principios del siglo XX no había aquí baños tal y como los conocemos hoy día. Las personas se bañaban en la pila, en el patio, pero en los dormitorios había implementos de aseo personal como el aguamanil”, relata Quevedo, quien agrega que conocer la historia, por medio de las piezas de un museo, es importante para las nuevas generaciones.
Los detalles
Casa Mima es, en su conjunto, un espacio para burlar al reloj. Uno de sus ambientes peculiares es la cocina. “Los enseres y objetos de esta cocina son una oportunidad para observar el estilo de vida familiar de la Guatemala de finales del siglo XIX” comenta Quevedo.
Se trata de un espacio pequeño, acogedor. Llama la atención la estufa de leña, la cual pertenece a la construcción original de 1870. Un portaviandas de peltre, una piedra de moler, un molcajete y una cubeta con una manecilla para preparar helados, entre otros, son exhibidas sobre esta estufa. También hay una de hierro fundido.
“Es importante recordar que a finales del siglo XIX la cocina era un punto de reunión muy importante para la familia guatemalteca. La preparación de los alimentos y la convivencia era algo muy especial porque había dos jornadas de trabajo y volver al mediodía a comer a casa era parte de lo cotidiano”, comenta Quevedo.
En esta área también se exhiben colecciones de vajillas de peltre, vidrio, apastes y decenas de utensilios, propios de los años en los que fue habitada. También se observan las tradicionales piedras de moler utilizadas para triturar maíz, semillas y especias para preparar platicos típicos de la cocina guatemalteca. Además se observan calderos de cobre para los dulces, loza de barro, cestería, portaviandas de peltre y un tostador de café.
Al abrir la puerta, del lado derecho, llama la atención un cajón de madera con tapadera, el cual era utilizado para la conservación de algunos alimentos. “Este cajón era lo que se consideraba la hielera de la casa ya que no había sistema de refrigeración eléctrica. La Cervecería Centroamericana vendía en esos años maquetas de hielo, las cuales eran repartidas en carretas jaladas por burros, éstas se guardaban en la caja de madera”, comenta la directora ejecutiva.
Guardianas de la historia
Telma y
Naya, las fieles trabajadoras de Ricardo y Mercedes quizá nunca imaginaron que su historia sería también parte de Museo Casa Mima, hoy la habitación que un día ocuparon también escenifica un estilo de vida.
“Cuando la casa fue entregada para museo por la familia Escobar Vega, las dos trabajadoras domésticas la habitaban, por lo que se les consiguió otro espacio para vivir, pero quedaron los objetos y enseres que también forman parte de la colección”, comenta Quevedo.
A pocos pasos de la cocina y cerca de la pila, unas gradas de madera conducen a la habitación de Telma y
Naya. Un pequeño clóset blanco, una cama, una silla, una mesa, una bacinica, son algunas de las cosas que se observan en este espacio. Junto a la cama, una pequeña ventana, en la cual probablemente ambas presenciaron el paso de los años en esta histórica vivienda.
Cuando el Museo abrió al público, la habitación de Thelma y
Naya había sido asignada como un espacio para bodega, sin embargo, la directora ejecutiva refiere que luego de asistir a una de las reuniones anuales del Consejo Internacional de Museos (ICOM), del cual forman parte, se comenzó un proyecto para recuperar esa área de la casa. “Se pensó en retomar el espacio asignado al personal del servicio, porque jugaron un papel importante en la conservación de las piezas con las que cuenta. Desde 1963 a 1997, solo Thelma y
Naya habitaron la casa, eso permitió que el todo siguiera ‘vivo’. Notamos la importancia de las historias que las cosas que ellas utilizaron y su habitación contaban”, comenta.
En el espacio también hay dos grandes armarios de madera dentro de los cuales hay otros enseres como una colección de planchas en las que se utilizaba carbón.
Es un mediodía intensamente soleado en la Ciudad de Guatemala, los peatones van presurosos sobre la 8ª Avenida y 14 Calle de la zona 1, salgo de Museo Casa Mima, me despido de Beatriz y al escuchar el sonido de la puerta que se cierra, imagino a
Telma y Naya, una mañana cualquiera, saliendo por esa misma puerta, quizá rumbo al mercado, a la panadería, sin imaginar siquiera que un día cualquiera de julio del 2017 Beatriz me contaría que el abrir y cerrar de esa puerta es precisamente lo que mantiene viva a esta antigua casa.
En VIDEO ⤵
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